Blanqueo

El blanqueo y las políticas económicas

bono
Por Eduardo Anguita. Publicado en Miradas al Sur

Un blanqueo de capitales no se defiende por convicciones ideológicas. Pero las medidas económicas no siempre se toman por los intereses y principios que cada sector político defiende. Hay razones instrumentales en un contexto, al menos, inesperado. Tanto por la disparada del dólar ilegal o blue como por la necesidad de fondos frescos ante la falta de inversión y de oportunidades externas. Este sorpresivo anuncio de funcionarios del equipo económico puede defenderse desde el pragmatismo. Pero es preciso interrogarse acerca de los riesgos que genera. En concreto, si hoy se elevaran las tasas de interés para generar instrumentos de ahorro atractivos, se generaría un efecto negativo en el crecimiento económico. Esto es, crear algún instrumento con rentabilidad atractiva en pesos, de inmediato, se encarecería el crédito y la economía se enfriaría. Convengamos que la tasa de crecimiento para este año, para los economistas más cercanos al Gobierno, ronda entre el 2 y el 3%. El cálculo del Presupuesto 2013 se hizo con una visión moderada del 3,5%. Los detractores, por su parte, lo bajan hasta el 1%. Cabe consignar que desde 2003 la tasa promedio fue del 8%. Con la salvedad de 2009, cuando el PBI creció apenas 0,9%. Quedó claro que se debió a la crisis financiera de los países centrales, dado que en 2010 y 2011 el crecimiento fue robusto (7,5% y 8,9% respectivamente).
Para entender el proyecto de ley de los Certificados de Depósito para la Inversión Inmobiliaria (Cedin) y los Bonos Argentinos de Ahorro para el Desarrollo Económico (Baade), no alcanza con ver la variable del crecimiento del PBI. Sin embargo, teniendo en cuenta que éste es un año electoral, es preciso recordar que las legislativas de 2009 dejaron al kirchnerismo con magra cosecha mientras que en 2011 el repunte de votos fue notable. Basta repasar las cifras de uno y otro año para darse cuenta cuánto pesa en el imaginario político del Gobierno la posibilidad de un crecimiento promedio bajo: hace cuatro años, el Frente para la Victoria tenía un promedio nacional de 33,3% de los votos, mientras que en las presidenciales Cristina Kirchner cosechaba el 54%. La variable del crecimiento económico tuvo un impacto crucial en las diferencias obtenidas.
El otro elemento que jugó un papel importante en los anuncios de esta semana es, sin duda, la disparada del dólar paralelo hasta traspasar la barrera de los 10 pesos.

El dólar. Las restricciones cambiarias que comenzaron en noviembre de 2011 no sólo incidieron en las limitaciones para la compra de dólares en los particulares. Un aspecto menos abordado fue –y es– la restricción a las empresas de transferir beneficios al exterior y también las limitaciones para las importaciones. El país en 2012 tenía serios compromisos de deuda en dólares y fueron cumplidos. Pese al cumplimiento, las posibilidades para acceder al llamado mercado voluntario de deuda no mejoraron. Ante las restricciones cambiarias y comerciales, el comportamiento de sectores empresarios beneficiados en esta década fue muy dispar. Por caso, las empresas mineras. La canadiense Barrick Gold, que explota en San Juan el mayor yacimiento de oro, en Veladero, bajó sus operaciones y afirma que las expectativas para 2013 son la mitad de lo producido en 2012. En Mendoza, la brasileña Vale se bajó repentinamente de la adjudicación de cerro Colorado, donde tenía prevista una inversión muy grande para extraer potasio. Pese a que el país no había cambiado tanto desde la adjudicación hasta el abandono del proyecto, los argumentos de Vale fueron a coro con las críticas de la oposición: dólar devaluado e imposibilidad de girar ganancias. Mientras tanto, otras explotaciones mineras, como las de cobre en Catamarca, siguen con su ritmo habitual y tienen una serie de proyectos en evolución. En un contexto de incertidumbre a nivel internacional, las grandes corporaciones extranjeras no toman decisiones en base a lo que pasa en la Argentina. La demonización de los detractores del Gobierno los lleva a ignorar el delicado contexto.
Pese a la gran resistencia de sectores medios y las presiones empresarias, el lado bueno fue que el Gobierno defendió la necesidad de basar la economía en el fortalecimiento de la moneda nacional. Es probable que no se haya aplicado un plan homogéneo para poder lograrlo. Es posible que la emisión monetaria haya presionado a la inflación, aunque desde ya no es la principal causa del aumento sostenido de los precios.
A su vez, muchas empresas se encontraron con serias limitaciones en sus cuentas externas. Por ejemplo, a las que tienen un alto coeficiente de importación, se les puso freno hasta que compensaran la salida de divisas con la exportación de productos, aunque no fueran del rubro propio. Algunos importadores de autos de alta gama encontraron consultores que los ayudan a conseguir productos agropecuarios que venden al exterior. Se trata de mecanismos que pueden parecer novedosos pero que resultan difíciles de imponer. Aunque estas medidas de contingencia estaban destinadas a resguardar las reservas del Banco Central, éstas cayeron. En los tres primeros meses del año cayeron 2.400 millones de dólares quedando en 40.823 millones de dólares. En abril cayeron otros 1.000 millones.
En cuanto a las medidas para hacer frente a la suba de precios, también las iniciativas parecieron dispersas, algunas efímeras. Por ejemplo, las ventas de carne de cerdo o de pescado a precios realmente atractivos no se asentaron. Tampoco tienen incidencia las compras comunitarias en el Mercado Central, que eran una alternativa para los sectores populares del conurbano y una política que podría haberse llevado a otros distritos. Se anunció una tarjeta de crédito para compras en supermercados (gratuita y con un bajísimo costo de financiamiento), para hacer frente a las tasas usurarias de las tarjetas de crédito tradicionales.
La generación de empleo no tiene para nada el ritmo de los primeros años de gobierno. Sin una inyección de inversión, los temas esbozados sumariamente y otros más, amenazan con complicar la distribución del ingreso a favor de los sectores más desfavorecidos.

Dinero negro. Los nuevos certificados que se emitirán para estimular la industria de la construcción y fondear YPF tienen un costado atendible. Son dos sectores vitales. La construcción porque ocupa mucha mano de obra y dinamiza a otros sectores. El freno en el sector se debe a que los inversores y compradores se resisten a pesificar las operaciones inmobiliarias. Y éstas cayeron, aunque en los últimos meses empezaron a venderse las llamadas “unidades en pozo” (es decir, edificios en barrios caros financiados por los mismos compradores) en pesos. Los asesores inmobiliarios los ofrecen como un refugio de ahorro. Pero no compitió, al menos en la mente de los sectores medios, con el bombardeo del dólar paralelo.
¿Y de qué servirá volver a dolarizar el mercado inmobiliario? Desde ya, las cámaras Inmobiliaria y de la Construcción, que siguen la lógica inversora y no social de la vivienda, ya se mostraron a favor de estos anuncios. En los barrios ricos de Rosario, en Puerto Madero o los Palermos de moda, abundan inversiones cuyos titulares no son personas físicas sino los llamados fondos fiduciarios de inversión directa. Ni más ni menos que ventajas para los fideicomisos, cuya modalidad permite inversiones cuyo origen se mantiene en reserva. Varias de ellas de las llamadas sociedades off shore instaladas en paraísos fiscales. Esto sucede en todo el mundo, no es un invento argentino.
Lo que no puede dejar de señalarse es que desde 2003 se inició un camino para intentar salir de la lógica perversa del capitalismo financiero. Prueba de ello es el gran esfuerzo para pagar la deuda externa renegociada. Aun con los serios problemas de implementación, la idea de revalorizar el peso argentino fue tomada con entusiasmo por amplios sectores con tradición política peronista y de otras corrientes populares. Ahora se vuelve al dólar por un camino sinuoso y desconocido. Es probable que en los próximos meses, esta oportunidad de certificados en dólares que se comercializarán en mercados secundarios convivirá con las restricciones de comprar dólares del viajero o con la realidad de una empleada doméstica que mandar ayuda a su familia en Perú a través de Western Union con pérdidas grandes de lo poco que pudo ahorrar.
Mientras que alguien con dólares sacados (legal o ilegalmente) del circuito ahora va a tener una oportunidad de negocios.
Con un agregado: los comunicadores del Grupo Clarín baten parches instalando que esto es una maniobra para blanquear plata sucia de allegados al Gobierno. Una trama conspirativa destinada a forzar la impunidad de su concentración de negocios por vía judicial. Mientras los opositores hablan hasta el cansancio de los negocios de Cristóbal López, varios medios cercanos al Gobierno arremeten con los dólares sacados por Héctor Magnetto. El titular de la AFIP, Ricardo Etchegaray, aclaró que ni uno ni otro, así como todos los que estén imputados por presuntas operaciones de lavado, van a poder operar con estos nuevos instrumentos.

El peso de la verdad. En estos últimos diez años quedó claro que cuando hay decisión de la sociedad, del pueblo y de sus autoridades, se puede avanzar en temas que parecían imposibles. Los juicios por delitos de lesa humanidad muestran la decisión obsesiva de Madres, Abuelas, Hijos, antropólogos forenses, de recuperar cada nieto, cada hueso, cada historia de vida. Es algo –aunque en un terreno completamente diferente– que podría servir de estímulo para avanzar con decisión sobre la presunción (según la AFIP, en base a datos cruzados con organismos internacionales) de los 160 millones de dólares en negro, de los cuales 120 mil estarían fuera de la Argentina y 40 mil en “el colchón”. Si la Unidad de Información Financiera tuviera los recursos como para avanzar en eso quizá podríamos ponerle cara, nombre, ruta y métodos a esta nebulosa que damos en llamar “dólares en negro” y que ahora, blanqueo mediante, serán sólo dólares.
No todas las decisiones de política económica del actual Gobierno fueron o son virtuosas y alimentan el llamado modelo. Sí lo son la Asignación Universal, la jubilación digna, la creación de empleo, las Convenciones Colectivas en funcionamiento, el impulso a la educación, a la obra pública y a la innovación tecnológica, entre otras tantísimas cosas.
En este tiempo complejo, contradictorio, hay que atreverse a poner en cuestión varias cosas. Diez años dejan deudas sociales y también interrogantes. Sobre los niveles de concentración y extranjerización, sobre el comportamiento de los precios, sobre la participación de las organizaciones de los trabajadores y los empresarios en los diseños y puesta en marcha de las políticas económicas, sobre el acceso a la información pública y al control de gestión de los actos públicos, entre otros tantos asuntos públicos.
Puede sonar razonable que la primera explicación para neutralizar esos temas sea que la oposición es cavernícola y que el Gobierno sigue teniendo importantes niveles de aceptación. Ese criterio se sustenta en que los debates sobre estos temas no deben ser públicos para no limar el apoyo popular. Pero la credibilidad es algo más importante y que debe convivir con el apoyo o la disidencia. La credibilidad en la política y también en la comunicación periodística.

Un manual de uso para sacar dólares

Por Eduardo Anguita. Publicado en Miradas al Sur

La edición de La Nación, del domingo 23 de octubre de 2011, el mismo día en que Cristina ganaba por el 54% las presidenciales, con la firma de Florencia Donovan, publicaba un artículo que ponía en evidencia la necesidad de retomar una mirada seria sobre las ramificaciones de la fuga de divisas. “Los argentinos se mueven casi con tanta comodidad en el mercado cambiario formal como en el informal”, empezaba la nota ese día emblemático para los que se enorgullecen de vivir un proceso de cambio.
“Los argentinos hoy ingresan y sacan dinero a través del mercado formal y del informal o blue, pese a que en este último caso, según explica Bernardo Saravia Frías, se viola la ley penal cambiaria y la penal tributaria”, dice, didáctica, Donovan.
Cabe aclarar que la oportunidad de publicar ese día esta nota por parte de los editores del diario de los Mitre no obedece a respetar la veda electoral, sino a mostrar cómo son los viejos mecanismos de descrédito del poder económico y mediático. Por otra parte, esa periodista no dice nada que cualquier otro colega –incluido este cronista– escucha con frecuencia cuando habla con fuentes de la City.
Vale la pena refrescar esto para tomar dimensión de que el blanqueo es una manera de amigarse con los que, ese mismo día o el día siguiente, van a seguir peleando contra cualquier transformación económica. “Por ley, las personas físicas pueden sacar del país hasta dos millones de dólares por mes en concepto de inversión de portafolio en el exterior”, dice. Aclara el cronista: esas son las reglas del capitalismo globalizado. Pero también era la ley argentina hasta que llegó el conflictivo “cepo cambiario” que intentó frenar el drenaje de divisas.
Para hacerlo legal: “Cuando se exceden los 20.000 dólares por mes, el banco no puede aceptar efectivo. La transferencia tiene que ser de una cuenta del titular acá [en la Argentina] a una cuenta del titular afuera, en un banco de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico]”.
Ahora viene lo bizarro: “Claro que nada de esto aplica en el blue. Esta semana, en la City se cobraba entre 4 y 5% por sacar dinero afuera. La operación en este caso es simple: el cliente se acerca con dólares cash a la casa de cambio o banco y le dice que los quiere transferir a su cuenta en un banco, por ejemplo, en Nueva York. La casa de cambio le pide DNI y corrobora también el origen de los fondos. Luego, desde una cuenta que la casa de cambio o banco tiene en Estados Unidos, le hace la transferencia al banco del cliente. Los dólares cash circulan en el circuito informal”.
¡Es un pequeño curso de qué hacer para burlarse de la Argentina! Cita una fuente de la City: “La operación de transferencia queda registrada, pero en el exterior, no acá. Toda la operación cumple con las normas de prevención de lavado de dinero, porque de otra forma el banco en el que está la cuenta, en Nueva York o donde sea, cierra la cuenta. Y hoy son cada vez más estrictos. Para poder hacerle la transferencia a un cliente hasta llegué a tener que enviar una escritura de un departamento”.
Por esos días, el dólar oficial cotizaba 4,26 pesos. El ilegal llegaba a 4,47. Ya estaba en marcha el llamado contado con liquidación, una operación legal del mercado bursátil. Hoy las cosas están subidas de tono. El dólar oficial se vende a 5,22 pesos y el ilegal roza los 10 pesos.
Si el blanqueo resultara bueno por una cuestión instrumental, parece indispensable hacer un manual de defensa de los que trabajan por un país serio y para que no sea fácil burlar los controles.

Que se vengan los dólares

Por Raúl Dellatorre. Publicado en Página/12

La declaración o blanqueo de capitales en condición irregular tendrá como condición entregar al Banco Central las divisas correspondientes, de modo que sólo podrán blanquearse los capitales líquidos.

– ¿Para quién es el blanqueo?

Para toda persona física o jurídica (sociedad) con tenencia de moneda extranjera dentro del país o en el exterior, que voluntariamente decida declararla, en las condiciones que establece el proyecto de ley enviado al Congreso.

– ¿Quiénes no podrán blanquear aunque tengan divisas no declaradas y quieran hacerlo?

a) Los que hayan sido declarados en estado de quiebra, respecto de los cuales no se haya dispuesto continuidad de la explotación.

b) Los querellados o denunciados penalmente por la ex DGI o por la AFIP.

c) Los denunciados o querellados penalmente por delitos comunes que tengan conexión con el incumplimiento de sus obligaciones tributarias o las de terceros, respecto de las cuales se haya dictado sentencia firme.

d) Los imputados por delitos vinculados con operaciones de lavado de dinero o financiamiento de terrorismo.

– ¿Cómo se exterioriza la tenencia de divisas?

Para quien las posea en el país, llevándolas a alguno de los bancos que serán autorizados a operar por cuenta y orden del Banco Central para recibirlas. Para quien las tenga en el exterior, mediante transferencia al país a través de algunas de las entidades habilitadas. En este último caso, quien exterioriza sus tenencias deberá pedir a la entidad donde se encuentren depositadas, un certificado identificando la entidad, titularidad del depósito, monto, lugar y fecha de su constitución. Lo mismo respecto de la entidad receptora de la transferencia, que deberá certificar lugar y fecha de esta última, entidad del exterior remitente y los datos del titular de la cuenta, incluido su domicilio. El depósito de las tenencias en un banco local deberá efectuarse dentro de los tres meses calendario de publicada la reglamentación de la ley.

– ¿Qué tratamiento tendrán los fondos blanqueados una vez ingresados al sistema bancario local?

Pasan a disponibilidad del Banco Central, incorporándose a las Reservas. Los titulares podrán recibir, a cambio, algunos de los instrumentos creados al efecto por la propia ley, a su elección: un bono a tres años (Baade), un pagaré o un certificado de depósito, este último nominativo y endosable. Los tres estarán denominados en dólares, y el titular que regulariza su situación recibirá el equivalente a lo depositado en valor nominal de los títulos (uno a uno en dólares).

– ¿Qué destino les dará el Banco Central a los dólares que reciba por el blanqueo?

Los recursos que ingresen en canje por el Baade o pagaré serán destinados a financiar proyectos de inversión en infraestructura y energía, este último rubro con especial atención al programa de expansión de la producción de YPF. Los que ingresen por canje con los Cedin constituirán un fondo de reserva para su devolución a la presentación de los mismos. En este caso, el objetivo no es financiamiento del sector público, sino reactivación del mercado inmobiliario y actividad de la construcción, desde el momento de entrega del Cedin hasta el retorno para su cobro ante el banco por el último vendedor de la cadena de operaciones.

– ¿Cuál es el costo fiscal y la situación impositiva en la que queda quien regulariza una vez efectuada la transferencia?

No tiene costo fiscal alguno, estando exento incluso del impuesto a los créditos y débitos bancarios sobre la transferencia. No estarán obligados a informar a la AFIP la fecha de compra de las tenencias ni el origen de los fondos. Las tenencias exteriorizadas quedan liberadas de toda obligación impositiva hasta el 30 de abril de este año y sólo quedarán incorporadas al patrimonio del contribuyente ante el fisco, a partir de la próxima declaración jurada anual (por el año 2013, a presentar en 2014). Quedan liberados, además, de toda acción civil, comercial o penal tributaria, administrativa, penal cambiaria y profesional sobre los bienes regularizados y los hechos que le dieron origen. Este beneficio no alcanza a las acciones que pudieran ejercer los particulares que hubieran sido perjudicados por las trangresiones que les dieron origen a las referidas tenencias.

– ¿Qué puede hacer quien regulariza su situación con los títulos recibidos, ya sea el bono, el pagaré o el certificado? ¿Puede acceder a través de los mismos a la inmediata disponibilidad de las divisas entregadas?

No, en ningún caso. Porque en el caso de los títulos con vencimiento a plazo fijo (bonos a tres años y pagaré) sólo le cabe esperar el plazo para su cobro en dólares, o bien venderlos en el mercado secundario (bursátil o extra bursátil), pero recibiendo pesos a cambio. En ese caso, operarían como los títulos públicos en dólares que circulan a plazos similares (Boden 2015, Bonar 2017) y, se supone, con una cotización similar (el valor del dólar marginal con un descuento del 20 al 25 por ciento). En cuanto al certificado de depósito para inversión (Cedin), el único destino que podrá darle el receptor es una compra de inmueble (incluidos lotes y cocheras) o la contratación de construcciones o refacción de inmuebles. El certificado será entregado como forma de pago y, quien lo reciba, podrá canjearlo por dólares certificando haberlo recibido por una operación inmobiliaria o vinculada con obras en construcción; o bien utilizarlo como instrumento de pago en otra operación del mismo rubro.

– ¿Cuál será el valor al que se cotizará el Cedin? ¿Será asimilado a un pago en dólares billetes? ¿Se lo considerará equivalente a pesos al cambio oficial?

La valuación dependerá de la negociación entre comprador y vendedor. Se supone que su valor podría estar cercano al que se pague en su momento por el dólar billete, ya que quien lo recibe, si puede certificar la operación, puede inmediatamente canjearlo por dólares billetes en los bancos autorizados (Banco Nación y probablemente algún privado). También podría ocurrir que quien esté intentando comprar propiedad en el mercado esté dispuesto a adquirir Cedin para luego ofrecerlo en pago, si no tiene dólares billete, se resiste a comprar en el mercado ilegal o consigue el Cedin a mejor precio que el dólar negro (cándidamente llamado blue). Aunque en este caso, el que busca vivienda corre un riesgo adicional, ya que él, por sí mismo, no puede canjear el Cedin por dólares si no puede acreditar la realización de una operación de venta previa de un inmueble: su única posibilidad de recuperar el valor es aplicarlo a una operación de compra inmobiliaria.

Alternativa heterodoxa

Por Claudio Scaletta. Publicado en Página/12 – Suplemento CASH

El llamado blanqueo de capitales anunciado esta semana por el Gobierno, con sus tres alternativas financieras, representa una vía heterodoxa para comenzar a resolver uno de los problemas más ruidosos de la coyuntura: la escasez relativa de dólares a un tipo de cambio y tasa de interés interna dados.

Tipo de cambio y tasa de interés son apenas dos variables económicas. A la corriente principal de la economía le encanta hablar de estas variables en forma aislada. Es incluso capaz de subordinar toda la macroeconomía en pos de que estas variables estén “equilibradas”. Desde la actual perspectiva de la política económica, en cambio, lo que importa es que las variables se alineen a los objetivos y no al revés. La frase noventista “estamos mal, pero vamos bien” es el mejor contraejemplo. En la última década del siglo XX, la última de auge del neoliberalismo local, todo se justificaba en función de las variables. “Los fundamentals están bien”, se repetía al son del desplome del empleo y los salarios en la economía real. Visto en retrospectiva, la zanahoria más patética fue la del “grado de inversión”, al que se subordinó el crecimiento y el empleo. Los superávit relativos, esos de los que se decía falsamente que no son ni de izquierda ni de derecha, se publicitaban como más importantes que los indicadores sociales. Para cualquiera que haya vivido los prolegómenos de la última gran depresión argentina, resulta muy triste leer cómo hoy en Europa se ejecutan las mismas falacias con los mismos resultados a la vista.

Desde 2003 la política económica local es otra. Luego del desenlace, con desastre social, de 2001-2002 se optó por priorizar los objetivos. Al tope de la lista no se ubicó al investment grade o a la “confianza de los mercados”, sino al crecimiento. Y no cualquier crecimiento, sino uno con inclusión y sostenido por la demanda. Dicho de otra manera, el bienestar de las mayorías por sobre el equilibrio presunto de las variables. Esto y no otra cosa significa oponerse al mainstream. Lo que no quiere decir, parece obvio, que las variables no importan, sino, de nuevo, que pueden subordinarse a un objetivo.

Quienes desde el propio gobierno sostenían que el dólar negro no importaba, que era una cosa puramente ilegal y marginal de la que la macroeconomía podía desentenderse sin más deberán reconocer su apresuramiento. Lo mismo deberían hacer quienes afirmaban que la única salida era “alinear las variables” y volver a las devaluaciones sin más, al estilo de los viejos ciclos Stop & Go. Existe un concepto explicativo que deleita a los sociólogos y viene al caso, el del “imaginario social”. Si una sociedad, por ejemplo, tiene un emperador o un zar durante milenios o centurias, por más que exista una revolución que socialice los medios de producción, seguirá teniendo a un líder supremo, aunque ahora se llame secretario general del partido. Se trata de “la persistencia del imaginario”. Como repitió el viceministro Axel Kicillof en sus sendas exposiciones públicas de esta semana, Argentina es el país, fuera de los Estados Unidos, con más dólares per cápita en circulación, alrededor de 1300 por habitante. También es el segundo del mundo, detrás de Rusia, en términos de volumen total: hay cerca de 50.000 millones de dólares en el país, de los cuales sólo 7200 millones están a la vista en los bancos. Eso sin contar los 120.000 millones de residentes locales que se estiman en el exterior. Con estos números, más la “persistencia del imaginario”, una pesificación forzada no podía durar para siempre. Si a ello se suman las tasas negativas en pesos, el resultado es explosivo: mucha presión sobre el mercado paralelo.

Hasta aquí el razonamiento fue estrictamente financiero, es decir; por fuera de las variables reales de la economía. Mirando desde el lado real, se destaca el aumento de la escasez relativa de dólares como un fenómeno propio de la estructura productiva local asociado al crecimiento. Es verdad que todavía sin restricción externa, pues el superávit comercial es un dato, pero con tendencia hacia dicha restricción. Luego, escapar de un shock devaluatorio era un objetivo para esquivar el freno de la economía en un contexto mundial desfavorable, lo que además está asociado a una distribución regresiva del ingreso, es decir; a los deseos de daño de la oposición política frente a la proximidad de elecciones. Pero al mismo tiempo, si bien frenar el dólar y mantener tasas negativas aportó al crecimiento y al consumo, significó un incentivo para la dolarización de los excedentes. Todos los caminos conducían a Roma.

Frente a este panorama, las alternativas de política económica no eran muchas. La ortodoxia noventista propuso la receta ya probada: el shock devaluatorio. Incluso se llegó a ponerle número: 40 por ciento. La lógica era que con una brecha del ciento por ciento entre oficial y paralelo, al margen de las causas reales detrás de cada número, la fuerte devaluación era un hecho a sincerar. Otras propuestas incluyeron una devaluación compensada y el manejo de tasas, con desdoblamiento cambiario. La realidad es que para mantener el tipo de cambio se necesitan dólares. En el pasado cuando no se devaluaba, se recurría a endeudamiento. La convertibilidad de los ‘90, por ejemplo, terminó cuando luego de las privatizaciones no fue posible seguir endeudándose. Desde que fue evidente que ya no ingresarían dólares, la pésima administración del “Banco Central independiente” permitió que las reservas internacionales se volatilicen.

El actual equipo económico cambió la lógica de estos razonamientos. Apostó a la “exteriorización voluntaria” de una parte mínima de los 160.000 millones de dólares que poseen los residentes, dentro y fuera del país. Con estos números, el blanqueo de un piso de 5000 millones es altamente probable. Luego apostó a que esos recursos motoricen el circuito energético, actual fuente de défict externo, y a dinamizar el mercado más afectado por las restricciones cambiarias y “la persistencia del imaginario”, el inmobiliario. Se trata de decisiones tomadas desde la realpolitk, pero dentro de la propia matriz ideológica.

El dato positivo, respecto de una semana atrás, es que el Gobierno asumió la necesidad de administrar “todos” los tipos de cambio. En sentido amplio puede preverse que las medidas anunciadas funcionarán, de hecho, como una devaluación compensada con desdoblamiento cambiario

Las fieras

Por Alfredo Zaiat. Publicado en Página/12

La fuerte caída de las operaciones inmobiliarias de unidades usadas en el área metropolitana que motivó la creación del Certificado de Depósitos para Inversión (Cedin) es un triunfo de la dolarización de esa actividad sobre el voluntarismo político de su pesificación. La carencia de instrumentos financieros específicos diseñados por el Gobierno luego de disponer un nuevo sistema de acceso a la moneda extranjera y el nulo interés de los protagonistas de ese mercado, en especial los operadores inmobiliarios, de transformar su funcionamiento, tuvieron como consecuencia la reafirmación de la dolarización. Es un retroceso aunque el sector sienta alivio al especular con una revitalización de transacciones con los Cedin, pero más aún lo es porque puede interrumpir el incipiente pero sostenido proceso de pesificación de nuevas obras.

La resistencia a la pesificación del mercado inmobiliario muestra límites a la gestión de política económica, que en un marco más amplio se expresa en el histórico comportamiento dolarizador de ahorros de un sector de la población influyente y elevada capacidad patrimonial. Con criterio financiero se postula subir la tasa de interés de colocaciones en moneda doméstica para desalentar la compra de dólares, como hacen otros países periféricos, entre los que sobresale Brasil. En Argentina, ¿hasta qué nivel debería subir sin afectar el crecimiento con el riesgo de convocar una recesión, que terminaría derivando en la profundización de la fuga? No es fácil determinarlo, puesto que la fuga de capitales ha sido una constante de la economía argentina independientemente de los gobiernos y políticas económicas, incluso con tasas de interés elevadísimas. Con alta o baja inflación, con más o menos expansión monetaria, con políticas amigables o antipáticas hacia el poder económico y financiero, la compra de dólares fue perseverante. Sólo en los períodos de una muy fuerte depreciación de la moneda, con el consiguiente efecto devastador en el nivel de actividad económica y empleo, la demanda de dólares se apaciguó. No es una opción recomendable para desalentar corridas por su desproporcionado costo económico, social y político.

La información incluida en Fuga de divisas en la Argentina, de Eduardo Basualdo y Matías Kulfas, revela que durante la tablita cambiaria de Martínez de Hoz y su posterior debacle de 1978 a 1982 contabilizó una fuga de 23.874 millones de dólares. En la convertibilidad, la recesión económica por el Efecto Tequila y las posteriores crisis financieras en mercados emergentes de 1995 a 1998, sumó una fuga de 41.039 millones de dólares. El derrumbe de la fantasía 1 peso igual a 1 dólar, con tasas de interés altas en términos reales en moneda doméstica y en dólares, tuvo como saldo una fuga de 28.526 millones de dólares, según la investigación de Basualdo y Kulfas.

La dolarización de excedentes iniciada en los meses previos a las elecciones que tuvo a Cristina Fernández de Kirchner como triunfadora fue la de mayor magnitud desde la década del setenta, cuando comenzó el régimen de liberalización financiera. Desde julio de 2007 casi no hubo tregua, con la excepción del trimestre septiembre-noviembre de 2009 cuando hubo un registro de una muy leve demanda neta negativa de billetes por parte del sector privado. Es lo suficientemente ilustrativa la sed de las fieras que muestra el gráfico que acompaña este artículo. Las compras de dólares en el período 2007-2011 totalizaron 79.281 millones de dólares. La corrida cambiaria tuvo el canal de abastecimiento de las reservas del Banco Central, que sólo en 2011 aportaron 18.602 millones de dólares en billetes, como revela el informe anual “Evolución del Mercado Unico y Libre de Cambios y Balance Cambiario”, del BCRA. La tendencia de la demanda de billetes en los meses previos al nuevo sistema cambiario apuntaba a un ritmo de 3000 a 4000 millones mensuales. El régimen de administración y control de acceso a la moneda extranjera tuvo como resultado una abrupta caída en la fuga de capitales.

La corrida cambiaria adquirió entonces otra característica a través de la comercialización de dólares en el circuito marginal. La fuga ahora no tiene como consecuencia la pérdida de reservas, lo que evita conocidas perturbaciones de la estabilidad económica, pero pasó a expresarse en la cotización del denominado dólar blue y la brecha con el tipo de cambio oficial.

El proyecto de ley de exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera en el país y en el exterior, más conocido como blanqueo de capitales, aspira a intervenir en esa dinámica. El premio a actores económicos que no registraron capitales al fisco y lo fugaron al dólar es cuestionable en términos de equidad tributaria y financiera. Son beneficiados quienes evadieron y además convirtieron esos fondos en dólares. Tiene la particularidad de que es una medida destinada a quienes menos quieren a este Gobierno. Les ofrecen el blanqueo más atractivo conocido hasta ahora a actores económicos que rechazan la política oficial. Es un desafío de convicciones. ¿Qué predominará: la resistencia política o la conveniencia económica? ¿Seguir apostando a una devaluación o a beneficiarse con un blanqueo muy atractivo impositiva y económicamente?

Con el blanqueo que implica aceptar la dolarización del mercado inmobiliario y el otorgamiento de un premio a dolarizadores de excedentes no declarados, el kirchnerismo ha decidido intervenir en la disputa existente en el poder económico sobre el modo de resolución de la tensión alrededor del dólar. El rechazo a la opción de la devaluación y la presentación del blanqueo de capitales es el mensaje oficial de alianza hacia los grupos económicos cuya rentabilidad está asociada al dinamismo del mercado interno, ante las presiones recesivas del bando de los devaluacionistas integrado por fuertes exportadores, el sector del campo y grandes rentistas con capitales dolarizados. Esta tensión al interior del poder económico no implica que no haya confluencia de intereses ni rechazo al oficialismo; sólo expresa posicionamientos diferentes sobre el tipo de cambio en función a cómo influye en sus respectivas ganancias.

Las pujas en el poder económico para influir sobre la política económica no es una novedad. Lo mismo sucedió en el alfonsinismo y luego en el menemismo. Durante el primero, la puja se desarrolló entre los grupos económicos locales, que exprimían el fisco con subsidios y promociones industriales, y la banca acreedora, que exigía que el dinero del fisco asegure el pago de la deuda. Esa tensión tuvo como desenlace la hiperinflación. En los años del menemismo, esa puja registró una tregua en la primera etapa cuando ambas facciones coincidieron en una alianza, a la que se sumaron las multinacionales operadoras de servicios públicos, para el desguace de las empresas públicas vía capitalización de bonos de la deuda externa. Luego de realizar esos negocios que regalaron rentabilidades muy elevadas, sus intereses empezaron a ser divergentes: los grupos locales promovían la devaluación, y la banca acreedora y las multinacionales impulsaban la dolarización. La resolución fue a favor de los primeros con la megadevaluación de Eduardo Duhalde.

En el actual proceso político, pese a tener algunos intereses objetivos económicos contrapuestos, las dos facciones dominantes (exportadores nacionales y extranjeros, y los grupos concentrados con posición dominante en el mercado interno) están unidos en la oposición al Gobierno. Unos, porque presionan por una devaluación para disminuir sus costos en dólares y aumentar sus ganancias extraordinarias; mientras los otros no quieren la devaluación porque sus ganancias elevadas en pesos se licuarían, pero hoy no pueden dolarizarlas y enviarlas a sus casas matrices (las firmas extranjeras) o fugarlas (las locales) por las restricciones a la compra de divisas y la exigencia del Gobierno a reinvertirlas.

En ese terreno de presiones cruzadas las fieras están sedientas de dólares.