Inflación

Economía real

La economía real atraviesa en abril una agudización de su deterioro. La producción industrial, la construcción, las ventas de supermercados y del comercio en general, la inflación y el empleo presentan peores resultados que en el primer trimestre.

Por David Cufré

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«Los indicadores de inflación están desfasados en todo el mundo»

Entrevista a Mario Rapaport por Felipe Deslarmes – Francisco Balázs.

  • Publicado por Diario Miradas al Sur (14/04/13) y Boletín de IADE

 

El análisis de la relación entre inflación y crecimiento a lo largo de los últimas décadas ha sido tratado extensamente por el economista Mario Rapaport, a través de aportes fundamentales para la comprensión de la compleja historia de la inflación en la Argentina, como surge de su trabajo Aportes de Economía Política en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en el apéndice Crecimiento o inflación: ¿un falso dilema? 1945-2007. En esta entrevista analiza la evolución entre ambas variables a lo largo de ese período. Afirma que la falta de credibilidad de los sistemas de medición de precios es en todo el mundo, y plantea cómo se podría mejorar el nuevo índice que prepara el Indec.

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–¿Cómo debiera ser, a su jucio, el nuevo índice de precios que prepara el Indec, y que le otorgue solución al conflicto de credibilidad?

–Evidentemente los indicadores de inflación, no sólo en Argentina sino en el mundo, están desfasados. Los indicadores en realidad tendían a medir fundamentalmente la canasta familiar, sobre todo la canasta de alimentos y algunos otros productos que en realidad están enfocados a los sectores populares, porque en los sectores de mayores ingresos ese indicador mucho no les afecta, y tienen otros tipos de gastos que no están reflejados en el indicador. Eso por un lado. En segundo lugar no sé qué es lo que quieren hacer ahora con el indicador nacional, porque en realidad hay disparidades regionales que creo que hay que tener en cuenta. Es mas complicado pero habría que llevar junto a ese indicador nacional algunos de los indicadores regionales para ver qué es lo que pasa. En tercer lugar creo que hay que diferenciar indicadores por sectores sociales. Tiene que haber un indicador que sea general, pero además indicadores que muestren cómo puede afectar a sectores medios y sectores altos aparte de los sectores populares, incluyendo artículos que no están en el IPC normal. De modo que hay bastantes cosas para hacer porque ese tipo de estadísticas quedaron un poco desfasadas en el tiempo. Corresponden a una época distinta.

–Se había especulado con que el nuevo sistema se dividiría en regiones y por sectores socioeconómicos.

–Sí, yo sé que es mucho más complicado pero es lo que daría un reflejo más exacto de cómo el nivel de precios afecta la población. Porque el tema de la canasta familiar a los sectores de clase alta no les afecta para nada. Y después también respecto de los lugares. Hay lugares, por ejemplo en el sur del país, que son más caros que otros, entonces hay diferencia sustancial en los indicadores. Tiene que haber diferencia en los indicadores.

–¿Cómo evalúa el aporte de las universidades de todo el país en la construcción de el nuevo IPCNu?

–No hay mucho trabajo académico sobre el tema del IPC. Puede haber gente que conozca más del tema, pero no es un trabajo estrictamente académico, es un trabajo técnico. Podría haber algún tipo de control por parte de las universidades, pero no va a convocar todos los meses investigadores de todo el país para que hagan un IPC, es medio complicado. Es una actividad más técnica que académica en sí misma. Hay otros indicadores que son más complicados y que requieren más conocimientos académicos. Éste no es un indicador que requiera grandes conocimientos de ese tipo. Es decir, hay que hacer una buena encuesta, es lo fundamental. No es tanto algo que haga un economista que podría ser quien mande a los encuestadores y establezca los criterios para hacerla. Este tema estadístico es un tema muy viejo en la historia del mundo. Es muy difícil establecer reglas muy estrictas en esto porque hay engaños de todo tipo. No es sólo un tema de Argentina. Incluso con el IPC hace poco en Francia hubo un problema serio también. Todavía existen problemas de ese tipo. Tienen que ver, por un lado, con manejos políticos, económicos, por otro lado por desfases, ya que las observaciones no se corresponden con la realidad presente.

–¿Cómo impactará el nuevo índice en los bonos de deuda atados al PBI?

–Eso se dijo en cuanto a cierto tipo de bonos que estaban vinculados al crecimiento económico o estaban vinculados a ciertos niveles de precios y entonces eso permitía manejar menores intereses para esos sectores, para esos bonistas. No es una cosa aceptable, pero también se ha hecho en otros países. Lo hacen en todos lados. Uno puede discutir si hay un 10, un 15, un 20%, pero el tema es el porqué. Las estadísticas no van a decir por qué, las estadísticas pueden ocultarlo pero no van a decirlo.

–¿Qué análisis hace usted respecto de ese punto?

–Hay que ver los índices de inflación en Argentina, sobre todo a partir de los años ’30, cuando comienza más el proceso de inflación, porque Argentina antes dependía mucho de los precios internacionales y nada más que de eso porque no tenia un mercado interno importante. Sí, hubo un problema en la época de fines de siglo, una crisis financiera muy grande producida por endeudamiento externo y crisis inflacionaria terrible, en 1890 por ejemplo. No es un problema nuevo tampoco pero a partir del ’30, con la industrialización, hay un fenómeno ya mas continuo de tipo inflacionario. El problema es que dentro de este gran período, que va de 1930 a la actualidad, los peores momentos fueron los de las políticas neoliberales, sobre todo a partir de la dictadura militar, después las hiperinflaciones y la convertibilidad. En realidad las políticas liberales fueron las que acentuaron este problema de la inflación. De todas maneras, en los períodos anteriores, incluso en la época de industrialización, también determinadas políticas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional también causaron desastres. Por ejemplo con Arturo Frondizi, con el plan de estabilización en diciembre del ’58, que liberó los mercados de cambio y produjo una estampida inflacionaria terrible. Las devaluaciones, desde ya, producen todas estampidas inflacionarias. Después el otro caso famoso es el de Federico Pinedo en abril de 1962, que duró 19 días en su cargo, hizo una devaluación fulminante y un desastre. Después tenemos el Rodrigazo en el ’75. En general la inflación durante todos estos períodos no bajó de un 30, 40, 50, 60%, 120%. En la época de la dictadura militar fue de un promedio de 170%. No estamos hablando de 20 o de 25% anual, estamos hablando de 20, 25% mensual.

–A través de varios textos usted ha abordado lo que se denomina “el dilema de crecimiento o inflación”.

–Ese es un tema hasta de nivel teórico, académico. Acá el neoliberalismo ha venido a patear el tablero a partir de los ’70. Sobre todo en su contestación con la figura keynesiana. Entonces, había una llamada Curva de Phillip que establecía la relación entre inflación y desempleo por la cual en general las políticas keynesianas trataban de privilegiar el empleo sobre la inflación. Aceptaban cierto nivel de inflación pero tenían pleno empleo, por lo que creían que era lo correcto. Con Milton Friedman y compañía se empezó a criticar la Curva de Philip, se dijo que no existía una situación de pleno empleo, nunca, que siempre había un desempleo natural y que lo que había que cuidar era el tema de la inflación. Si miramos toda la historia de inflación en Argentina, en los último siete, ocho años, tuvimos altos crecimientos con una inflación que en realidad es absolutamente aceptable para esos altos crecimientos que tuvo el país. Fíjese en los dos años de alto crecimiento en la época de Illia. La inflación tuvo el 30%, aproximadamente. Otro dato: los dos años con menor inflación en la Argentina en todo este período fueron el ’53 y el ’54 con Perón. Había una inflación relativamente alta y la bajó, con un plan de estabilización, al 4 y al 3,8%. Fueron los dos mejores años de la historia de la educación de la Argentina. Esto es lo que tenemos que tener en cuenta. Creo que debe haber crecimiento fundamentalmente, pero crecimiento con pleno empleo en lo posible, y una tasa de inflación que sea mas o menos moderada, quizás un poco mas baja de la de ahora, pero necesaria para el desarrollo de la economía.

–¿Qué niveles de inflación considera aceptables?

–Eso es difícil porque depende también de la tasa de crecimiento. Si usted tiene una tasa de crecimiento del 10% y tiene una inflación del 15%, puede ser normal. Si la tasa de crecimiento es 0 y hay una inflación del 20% ya es muy peligroso. Entonces depende de la tasa de inversión, de la tasa de empleo, de la distribución del ingreso. Y sobre todo diría que es un problema de lo que yo llamo la inflación de ganancias, de la cual nadie habla. Es muy simple: en los últimos años ¿quiénes son los que mas han ganado en Argentina? Los sectores agroexportadores. Con el aumento de los productos exportados que se ha trasladado a su vez adentro del país, que, aparte, es una de las causas de la inflación. Hay causas externas e internas de inflación, es una causa externa de inflación por el aumento de los comodities. Ellos han ganado muchísimo más que el resto. El problema es que esos sectores buscan recomponer sus ganancias iguales a las que tuvieron en momentos pico, y eso no es posible. Y el problema esencial es la distribución de ingresos. Son las grandes desigualdades en el mundo las que han producido la crisis actual.

–Presionando por una devaluación…

–Que la Argentina vuelva a tener esas grandes desigualdades me parece que es un caos. Una gran devaluación acá va a traer un caos inflacionario, un desastre. Es muy simple, se llevan más del reparto de la torta. Venden su producto en el exterior y acá en vez de venderla a 5, la venden a 10. Y todos los asalariados, ingresos fijos y productores, empresarios industriales, todos, se perjudican. Y para las industrias aumentan los precios también.

–¿Considera factible, hoy, volver a mecanismos de control similares a lo que fue el IAPI?

–Mire, los conservadores pusieron el control de cambios. El IAPI no fue una creación de Perón. Los conservadores, antes, crearon una corporación argentina de promoción de intercambio, de la cual Perón tomó las bases e hizo el IAPI. Pero cuando lo tenían los conservadores lo hacían para defender los intereses agropecuarios. Pagaban precios sostén, a los productores agropecuarios, mayores que los precios que vendían a nivel internacional. Perón lo hizo al revés, tomó divisas de los agroexportadores y las volcó al sector industrial y a otros sectores. Hasta eso fue una creación de los conservadores para sus propios beneficios. Cuando ellos necesitaron para sus propios intereses hicieron lo que se les dio la gana, intervinieron en la economía al máximo. Está bien que en el mundo se estaba interviniendo, pero… entonces que no vengan a joder con que las medidas que se están tomando ahora son revolucionarias porque son conservadoras, nada más que antes se conservaban para otro lado.

El complejo problema de la inflación

Por Salvador Treber

  • Publicado en el Boletín de IADE

En esta materia, Argentina exhibe uno de los índices más elevados y persistentes del planeta, ratificando así una constante que ya se extiende, salvo breves lapsos intermedios, por más de sesenta años sin que se la haya logrado dominar eficazmente.
En general hay coincidencia en que la inflación constituye una fuerte e insalvable traba al desarrollo que tiende a favorecer una mayor concentración de la riqueza, causando un marcado cuan sistemático deterioro de la liquidez y de los ingresos que siempre se reajustan con cierto rezago, especialmente los salarios.

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Resulta obvio, por tanto, que su análisis y corrección constituyan aspectos esenciales en la diagramación e implementación de la política económica. Pese a ello, hasta la fecha, los especialistas en economía no han logrado coincidir en una definición aceptable de ella, razón por la cual se ha optado solamente por describirla de la siguiente manera: “…se verifica cuando existe un crecimiento generalizado y autosostenido en el tiempo de los precios de los bienes y servicios que coexisten en el mercado de un país”.

Su análisis y la formulación de soluciones separan drásticamente las aguas que median entre los especialistas en dos campos que -a su vez, por sus diversos matices- admiten varias subdivisiones. La más amplia distinción se verifica entre los denominados “monetaristas” y “estructuralistas”. Los primeros toman como referente máximo al profesor Milton Fridman, fundador de la llamada “Escuela de Chicago”, para quien “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. En función de ello, casi automáticamente se revitalizó la perdida vigencia de la “teoría cuantitativa”, que procura relacionar la magnitud de la oferta monetaria con la cantidad de bienes disponible en el mercado”.

En función de ello, postulan con singular vehemencia que cuando se incrementa más de lo debido la oferta monetaria -como la producción de bienes no puede seguir la misma dinámica de expansión- siempre la solución reside en “recortarla” todo lo drásticamente que sea necesario. Obviamente, este esquema suele generar una cierta caída de la demanda que puede conducir a una recesión de magnitud diversa según el caso. Se postula, además, un fuerte repliegue en lo que consideran “excesiva” participación del Estado, facilitando así que opere sin ningún tipo de impedimentos la actividad privada que –suponen- siempre busca el equilibrio perdido.

La experiencia aplicada de las tesis monetaristas

La receta del aconsejado “recorte” debe ser de tal magnitud que permita equilibrar los medios de pago con los bienes disponibles para corregir con toda firmeza el desfase que –sostienen- ha sido generado por un mal e irresponsable manejo de las variables monetarias. Queda fuera de toda contemplación que ello suele causar una recesión de imprevisible magnitud y que, en forma paralela, se opera fatalmente un incremento de la desocupación sumada a una pronunciada merma .en el poder de compra de la mayor parte de la población. Frente a las objeciones en tal sentido que plantean algunos críticos, admiten que para disminuir el tiempo de corrección debe acentuarse la severidad de tales medidas. Cualquier reparo al respecto, la responden arguyendo que esa vía es la única, indispensable e inevitable.

Conviene recordar que su implementación efectiva y generalizada sólo se verificó plenamente por medio de la actuación directa de los denominados Chicago boys -discípulos de Friedman- en Chile, durante el régimen cruel y dictatorial que encabezó el general Pinochet, que acalló, por medio de la represión, todos los reclamos sociales de la población. Una segunda experiencia se verificó en el Reino Unido; quien la condujo con “mano de hierro” fue la primera ministra, Margaret Thatcher, y fue seguida en Estados Unidos por los equipos que acompañaron al presidente Ronald Reagan.

Los resultados fueron mediocres y desproporcionados frente al elevadísimo costo social, por lo cual, con posterioridad, los que sostenían este enfoque optaron por aplicar tales lineamientos bastante flexibilizados, tratando de atenuar la dosis de extrema de rigidez postulada. Pero el principal mentís de este esquema, supuestamente correctivo de la inflación, lo proporcionó a “contrario sensu” lo sucedido en la gran potencia americana a partir de septiembre de 2008, pues al más que duplicar los medios de pago mediante una intensa cuan continuada emisión neta de moneda y un paralelo inusitado aumento del crédito financiero, que pasaron de US$7,8 billones a nada menos que US$16,4 billones para fines de 2012 (+102,6%) sin alcanzar plenamente los objetivos ni se produjo un proceso inflacionario.

Ello explica que el presidente haya solicitado perentoriamente al Congreso nuevos márgenes para incrementarlos, procurando la reactivación de la economía. En ese ámbito han encontrado una forma de mantener muy controlado y frenado a Obama, ya que los acuerdos le otorgan un margen adicional sólo para cuatro meses. Antes de finalizar ese plazo advierte la bancada republicana que le obligarán a rediscutir toda la gestión. Lo que ningún teórico monetarista ha podido explicar es por qué ese enorme desequilibrio no ha desatado, ni siquiera insinuado, algún “pico” de inflación. En este sentido, los índices de precios se sostienen virtualmente constantes con subas que rondan 2% anual.

Las propuestas de los estructuralistas

Quienes revistan en esta posición han tenido, en sus orígenes, como su máximo exponente a John F. Keynes, quien logró -en un momento muy difícil- sacar a Estados Unidos de la profundísima recesión y elevados niveles de desocupación que causó la Gran Crisis Mundial (1929/33), siendo el principal gestor de la posterior reactivación. El precitado economista inglés sumó méritos y gran prestigio en 1920 al pronunciarse contra las crecidas reparaciones de guerra que se impusieron a Alemania, todo lo cual consolidó en 1936, al dar a luz su obra cumbre La teoría general.

En esencia, esta posición rescató con energía la presencia y participación activa del Estado, subrayando su rol en la tarea de corregir los múltiples e inadecuados desajustes de diversa magnitud que coexistían, muy especialmente en el circuito real. Al mismo tiempo, planteó los escasos límites que se disponen si pretenden operar exclusivamente a través del monetario. Pese a su prematura desaparición, en 1948, concurrieron a dar permanencia a sus ideas prominentes economistas como John Kenneth Galbraith y muy pronto lo siguieron Sommers, Samuelson, Tobin, sumándose en tiempos más recientes los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman. En Argentina, el doctor Raúl Presbisch, luego de abjurar públicamente de los lineamientos trazados por el monetarismo, se convirtió en firme continuador de los líderes estructuralistas.

La inflación en Argentina

Salvo algunos pocos interregnos de poca duración, este flagelo ha incidido muy negativamente en la economía argentina a partir de 1946. La expansión del empleo público -que en 1940 ascendía a sólo 366,2 miles- se elevó hasta 1955 en un inusitado 140,5%, llegando así a 871,2 miles. Durante el período 1946/52 el índice del costo de vida se motorizó notoriamente y culminó al término de ese lapso en una fuerte recesión. En el lapso 1946/55 los precios mayoristas subieron cinco veces y desde entonces hasta 1963 ese acelerado ritmo se duplicó.

Un posterior estudio encargado a la Cepal, dirigida entonces por el todavía monetarista Presbisch, también fijó como primera prioridad impulsar el inmediato retroceso hasta eliminarlo del proceso inflacionario; pero el índice del nivel general de precios al consumidor, que al inicio de éste (1956) era de 13,4%, lejos de ser contenido, llegó dos años después a 24,7% y a 31,6% en 1967. Ese nuevo intento también tuvo su “pico” en 1959, influido por una macrodevaluación ocurrida el 29 de diciembre de 1958 que, en un breve plazo, llevó la paridad cambiaria de $30 a 80 pesos por dólar. Esto hizo que, por primera vez, la suba de los precios superara el 100%, reiterándose luego en 1975; tras lo cual el 2 de junio estalló lo que se dio en llamar “el Rodrigazo”.

La otra cara de la moneda era lo que paralelamente sucedía con el sector laboral. Los salarios, que en 1959 habían perdido 23,5% de su poder de compra, para 1963 aún se mantenían atrasados en 18,6%; al par que la desocupación abierta alcanzaba a 8,8% de la población económicamente activa. Las experiencias antes referidas trajeron siempre notorias caídas de la demanda interna, una tendencia regresiva en la distribución del ingreso y una masiva transferencia de empresas de capital nacional que fueron pasando a ser dirigidas desde el exterior.

En 1975, de las 500 mayores empresas que en forma directa o indirecta manejaban 36,2% de la oferta total, 81,4% era de capital nacional. Al fin del siglo XX, como consecuencia de un esquema sistemático de desnacionalización iniciado en el gobierno de facto conocido como “el Proceso” y el impulso verificado en la última década al abrirse totalmente la economía, se transfirieron también las principales empresas públicas al sector privado, duplicando la deuda en moneda extranjera al país para sostener, por todo el tiempo posible, el régimen de la “convertibilidad”.

Las anteriores lecciones y el desafío actual

Luego del desastre habido durante el trienio 1999-2002, comenzó un período que ya viene transitando el décimo año de vigencia. El esquema inflacionario no ha sido frenado sino que a partir de 2007 se ha exacerbado bastante. Éste es el aspecto más negativo pero, en carácter de contrafigura, la economía creció como nunca lo había hecho, a una tasa media anual de 7,5% Por otra parte, la deuda externa, que había cerrado el siglo anterior totalizando US$174,6 miles de millones, en la actualidad se redujo a US$42,4 miles de millones y, de este total, sólo US$20,3 miles de millones es pagadera en moneda extranjera. Argentina por ello ha pasado a ser el segundo país menos endeudado de América Latina. En este momento, cualquier plan antiinflacionario debe tener en cuenta que de las 500 mayores empresas nada menos que 402 son de capital extranjero y no están muy dispuestas a colaborar lealmente. Tampoco ha sido espontánea la creación del denominado dólar blue pues sus introductores y máximos operadores alientan la manifiesta intención de precipitar una macrodevaluación. En esta “aventura” se empobrecería, como en todas las otras anteriores de los últimos 60 años, a la inmensa mayoría de la población, multiplicando fabulosamente la riqueza de una estrecha minoría que siempre aprovechó este tipo de coyunturas. Llama la atención que algunos representantes del sector agrario -al margen de la Sociedad Rural, que siempre lo hizo, estimulen ese suicidio.

No hay que equivocarse. Los programas antiinflacionarios requieren sean coordinados y participen el Estado en conjunto con los sectores privados de la producción. El primero deberá racionalizar al máximo sus gastos y mejorar la productividad de su gestión. Los segundos, bajar sus apetencias en materia de ganancias y promover la expansión del mercado.