El denominado Valle Inferior del río Negro, se encuentra en las puertas de la revolución cultural y productiva. Respecto de las expectativas para el Instituto, se afirmó que “la concertación de los objetivos e intereses de todos los sectores, múltiples y muchas veces antagónicos, en torno a una finalidad común, para lograr los mejores resultados, en el menor tiempo, y al más bajo costo, es, por lo tanto, el principal propósito de esta manera de encarar el desarrollo del valle”. Declaraciones que no fueron aportadas por ningún funcionario a este medio, sino por el Ingeniero Juan Vicente Vía, subgerente general del IDEVI hasta 1970, al diario “La Voz Rionegrina” en febrero de 1966.
Al repasar el documento rescatado por el periodista Carlos Espinoza, queda la sensación de que los deseos hacia el pleno desarrollo del Instituto, no se hubieran inmutado.
Párrafo seguido, las palabras de Vía hacen parecer conservadoras las promesas de regularización y proyección de un perfil productivo integrador para el organismo y la región. El Ingeniero, hace cuarenta y siete años se refería al emprendimiento como “una prueba de la eficacia de un nuevo instrumento institucional, o sea, de un organismo de desarrollo regional de acción multisectorial, que debe ser base de un acelerado proceso de transformación de estructuras socioeconómicas regionales”.
Pocas fueron las voces que se especificaron sobre el posible rumbo productivo que podría tomar el IDEVI. Las consideraciones pasaron desde la incorporación de la región al circuito internacional a través de la ampliación del área bajo riego, incorporando al sistema 18 mil hectáreas destinadas a la producción de forraje para la exportación el feed lot. Los más moderados, sólo se refirieron a la potencialidad que el Valle Inferior mantiene latente para el desarrollo de la fruticultura, la crianza de pequeños animales, diversificación de cultivos, y una verdadera valorización de la horticultura. De todas maneras, parece no haber un plan concreto o estudio específico respecto del perfil productivo.
Las voces más contundentes fueron las de productores pequeños y medianos. Los agrupados en la Cámara y los no pertenecientes. También resaltaron los testimonios de algunos de los responsables del mismo IDEVI y del Consocio de Riego.
Según uno de los productores pioneros en la zona, el paráte productivo obedece más que a los precios, a “la carencia de mercados, la imposibilidad de acceso al crédito a tasas sostenibles para el pequeño productor”, y la “joda de los subsidios” (sic) que no tendrían en el correspondiente control: “uno se niega a abrirle la puerta a la cebolla o a la pastura por convencimiento; porqué se pueden producir otras cosas. Pero a la larga te terminan ahogando, y te llevan para el lado de la venta o el arriendo a los productores más grandes”.
Otras opiniones volcadas a los medios en la última semana, destacaban la ausencia de tecnología aplicada, técnicos especializados, infraestructura deficiente (canales, caminos, redes eléctricas), y falta de voluntad política respecto de la producción regional: “hace treinta y cinco años que la mira está puesta en el Alto Valle. El vaciamiento del IDEVI no fue casual”.
Sin embargo lo que queda en la retina es el debate respecto del proyecto de reforma de la Ley 200 presentado por Legisladores radicales, y que sólo apuntaría a reformular el órgano directivo y dejar atrás la intervención.
Y hasta allí parece llegar la repentina preocupación. Deben recordarse las declaraciones del titular del DPA, Juan Gardes, respecto de la inminente inyección de 77 millones de pesos para la infraestuctura del IDEVI. Sin duda una cifra tentadora.
Para finalizar nos queda una frase: “Se deben superar ciertos obstáculos que se originan, generalmente, por la acción concurrente, en una misma área territorial, de numerosas entidades del sector público (internacionales, nacionales, interprovinciales, provinciales, municipales, regionales), y por las actividades del sector privado local”.
Otra vez Vía, hace 47 años. Se nota que la discusión viene de lejos.